jueves, 8 de marzo de 2012

At Sunrise


Sé todo cuanto es a mi alrededor y es todo tan bello que no existen palabras en un cuaderno que puedan conservar tan bello recuerdo como el que graban mis ojos, nadie puede ver o sentir las cosas como yo mismo las siento y sus sonrisas, tan inocentes y llenas de ternura...
Odio el hecho de verles llorar, amarga agonía la que me invade cada vez que una sonrisa se torna caída y es humedecida por cálidas lágrimas de ira.

No puedo solucionar los problemas, yo no soy un Dios sino un pañuelo de lágrimas para aquel que lo necesite.
Si un abrazo necesitas recuerda:

Cuando me llames aquí estaré.

Hasta el día en que nuestros caminos se hayan de separar, y esto va por ti, y por ti y por ti también. A nadie le cuesta ser cordial, a nadie le ha de molestar querer sentir la cercanía de las personas, la vida viene y va y nunca sabes cuando llegará tu hora.

Acaso...
 ¿acaso nunca quisiste que alguien hiciese lo mismo por ti?
Que se preocupase por tu felicidad
Que intentase a cada momento hacerte reír
Y que si te caes al suelo se tire a tu lado.

Si nunca optaste por ayudar a alguien que lo necesitaba sin pretender algo a cambio no conoces del don de la bondad, una pequeña porción de sinceridad y humildad que se convierte en el sustrato de la felicidad.

Cuando la razón de los humanos te hiera recuerda esto:

NUNCA TE DEJES VENCER.
NUNCA TE LAMENTES.
NUNCA BAJES LA CABEZA.

Mañana volverá a salir el sol y el tiempo te dará otra oportunidad.

No obstante...
Hoy mi propia felicidad reposa en un sueño, alguien que sé que nunca reaccionará y me gusta tanto que sea así...
Los secretos de mi alegría residen en su ingenuidad, la inquietud a saber si cruzará esa puerta siempre cerrada, las coincidencias de encontrarnos a solas, cerca y a la vez tan lejos, si me mira sonrío a la par que me ruborizo, me pierdo en sus ojos, en sus cabellos negros. 
Todas esas veces que miro la salida del sol en un horizonte perdido de la vieja Sevilla y me produce un sobresalto para darme los buenos días.
Cuantas veces recorro con mi dedo índice la amplitud de tu espalda y cuantas otras rozo con mis propios labios el cuello que porta tu esencia.
El regocijo de apoyar mi cabeza sobre tu hombro o cuando vienes y me abrazas por detrás de improviso.

Cuando tocas mi cabello...
en el silencio.

Te mataría tantas veces como te haría el amor.
Pero más me gusta la confianza que pones sobre mí y yo...

Yo con el hecho de mirarte y que me sonrías y me hagas reír como un infante soy feliz.

Para mi el sol comenzó a salir por los cuatro puntos cardinales el día en el que él me forzó a abrir los ojos y me hizo abandonar el sueño del que no quería despertar.

¿A qué esperas tú para dejar salir el sol?





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